Por: Menahem Belilty @risologo001
En una entrega anterior hablamos de la Inteligencia Emocional, que es la capacidad de reconocer y manejar adecuadamente nuestros sentimientos y emociones. Las personas emocionalmente inteligentes tienen mayor autoestima, son más asertivas y se desenvuelven mejor socialmente. Quienes poseen poca Inteligencia Emocional mantienen una lucha interna, tienen un pobre auto concepto y poca capacidad para resolver positivamente los desafíos.
Estas son algunas características de la persona emocionalmente inteligente según Goleman:
1.- Conciencia de uno mismo. Capacidad de reconocer los propios sentimientos, emociones o estados de ánimo en sus diferentes intensidades. A veces son sensaciones muy fuertes y fáciles de percibir. Otras, están por debajo del umbral de percepción consciente. Por ejemplo, si tienes miedo a los espacios cerrados, te montas en un ascensor y una persona te pregunta: “¿Le tienes miedo a los ascensores?”, seguramente responderás que no, pero si midiéramos la sudoración en tus manos y la aceleración de tus latidos, podríamos verificar que tienes mucho miedo. Este miedo no está en el consciente pero existe, es real. Según Goleman, podemos hacernos conscientes de todas nuestras reacciones y a partir de allí, aprender a controlarlas y modificar los estados de ánimo desfavorables.
2.- Equilibrio anímico. Es la capacidad de controlar el mal humor para evitar que sus efectos negativos se conviertan en conductas indeseables. Si estás a punto de estacionar tu vehículo y viene alguien y violentamente ocupa ese espacio, te llenas de rabia y te provoca golpear a la persona (conducta indeseable). Lo que debes hacer es…
Tip
Recursos para controlar la ira
a) Reconsideración. Interpretar la situación de una manera positiva. Pensar, por ejemplo, que el conductor que usurpó el puesto tenía una emergencia.
b) Aislamiento. Alejarse de la situación y estar a solas, con el fin de obtener serenidad. Si se combina con una técnica de relajación y respiración profunda resulta aún mejor.
c) Distracción. Hacer otra cosa, como por ejemplo escuchar música, para no quedarnos enganchados.